Monday, August 12, 2013

Un día en la vida de Chester



Su abrigo es blanco, color de cascara de huevo y su pelo es grueso pero suave.  Su cara cuadrada con sus  oídos alerta, siempre lleva una sonrisa… hasta que todos los miembros de la familia se van por el día.
Tan pronto se levanta el sol, se despierta, pero le toca esperar varias horas hasta que ellos bajen de sus cuartos. No puede entender como ellos no se despiertan con tanta hambre como el, pero desde el momento en que abre los ojos, lo único en que puede pensar es “mi desayuno”. Da vueltas alrededor de la cocina buscando alguna miga de comida que posiblemente cayó de algún plato la noche anterior, pero nunca ha encontrado absolutamente nada. Tiene que esperar en el umbral de las escaleras hasta que su madre humana baje. El sonido de los pasos en los escalones es el mejor de todo su día: ella le va dar su comida y después lo va a llevar al parque (si tiene suerte). Si está de malas, una de las niñas lo llevará a pasear por tan solo cinco minutos porque en la mañanas siempre están de mal humor.
En el momento en que se van, Chester y todas sus ochenta libras se ponen tristes, la sonrisa se esfuma de su cara, y sus orejas retroceden. En un momento todos están y hay mucha camaradería y después suena el garaje y todos se han ido a hacer sus actividades del día.
Era martes, uno de los dos días durante la semana en que el está solo por casi siete horas. En esos días, cuando toda la actividad de la mañana se acaba, se pone de un humor melancólico. Tiene que inventarse 7 horas de actividades hasta que la familia vuelva de nuevo a la casa.
Lo primero que decidió hacer fue hablar con sus primos, los vecinos que son gemelos. Normalmente le irritan porque ladran muchísimo, pero este martes, desde un lado de la ventana al otro, definieron un plan para el día. Decidieron empezar mirando su programa favorito en el canal de perros: la crónica de la vida de los labradores. Apenas terminó, volvieron a la ventana para discutirlo. A Chester le encantó el episodio de esta semana, pero a los gemelos no les pareció muy bueno.  La discusión creó un conflicto pues Chester, el mas educado de los tres, quería discutir el tema de los perros malcriados, pero los gemelos no le estaban poniendo atención. En vista de esto, decidió sugerir otra actividad: el juego de preguntas, donde Chester, o los gemelos escogen un objeto, y el otro tiene que hacer preguntas de si o no, con el fin de adivinar en que esta pensando el jugador. Los gemelos se pusieron a pensar en un objeto y en ese momento, Chester oyó el timbre.
El creyó que era solo UPS, quienes normalmente timbran, dejan el paquete, y se van. Pero esta vez el no había oído el camión ni al señor cuando sube y baja las escaleras que están en frente de la casa. “ Un poco extraño” pensó, pero decidió continuar el juego. Pasaron diez minutos, y el timbre sonó otra vez.
Se puso alerta, tratando de detectar con su agudo sentido del olfato si alguien estaba tratando de entrar la casa. Fue a la puerta del frente para tratar de mirar afuera por esa ventana y apenas se voltio, oyó voces. Eran dos hombres, en el jardín, tratando de entrar la casa por la puerta de atrás. En ese momento Chester se dio cuenta de que a su mama se le había olvidado cerrar la puerta. Los hombres entraron rápidamente y subieron las escaleras corriendo. Chester, como no le es permitido subir al segundo piso, usó el teléfono para llamar a la policía.
Llegaron en poquitos segundos y no podían creer que un perro podía usar el teléfono para llamarles – pero mas importante –  capturaron los ladrones! Cuando acabó toda la locura del día ya eran las 3:30 de la tarde y la familia iba a llegar en media hora. Chester tuvo que arreglar todo el desastre que hicieron la policía y también los ladrones, devolver todo a su puesto normal, y hacerse como nada había pasado durante el día.
Cuando por fin todos volvieron el estaba tan contento otra vez – con su sonrisa grande en la mitad de su cara. La aventura del día era algo que jamás le había pasado antes, y algo que nunca quería que pasara otra vez. Chester fue el héroe invisible de la familia.



Cama Adentro

Cama Adentro es la séptima película que el Argentino Jorge Gaggero ha dirigido. Gaggero no solo es director sino también es el guionista de todas las películas que dirige. Gaggero empezó a interesarse en el cine desde muy joven, y siguió sus estudios en la carrera de Imagen y Sonido. En vista de que en Argentina no habían facultades donde pudiera estudiar cinematografía, tuvo que buscar como seguir su pasión en el extranjero. En 1997 fue uno de los cinco estudiantes extranjeros[1] que ganó una beca Fullbright la cual le permitió cursar el Programa de Dirección en el American Film Institute, de Los Ángeles. Cama Adentro recibió muchas críticas positivas, especialmente sobre el tratamiento del tema económico en la Argentina.
En la superficie, la película presenta la relación entre una mujer, la señora Beba, de clase media empobrecida y su mucama, Dora, de 28 años. Mientras que desde el punto de vista social las vidas de estas dos protagonistas son disyuntas, su relación diaria es simbiótica. La crisis económica en Argentina ha afectado gravemente a la Señora Beba, y como consecuencia  no le puede pagar el salario a su mucama por siete meses. Al no recibir el dinero por tanto tiempo, Dora decide irse de su puesto, para vivir en con su novio en un pueblo fuera de la ciudad.
Una vez separadas, las dos mujeres tienen mucha dificultad viviendo sin la otra y tienen que laborar con mucho esfuerzo para mejorar sus situaciones propias. La señora Beba trabaja mucho vendiendo cremas para la piel, vende algunas de sus cosas personales, y le toca pedirle dinero a su ex esposo. Al mismo tiempo, Dora vive su propia turbulencia cuando tiene problemas con su novio, y al no encontrar un nuevo trabajo.    
La película es interesante por estrecho enfoque en que la audiencia ve los problemas individuales de cada mujer, solo a través de la relación entre la señora Beba y Dora.  Esta presentación indirecta hace que la audiencia no entienda en detalle los problemas que están viviendo estas dos mujeres. A mi manera de ver, el guión podría haber incluido mas escenas sobre las otras relaciones que tienen ellas, especialmente con sus hijos y novios a quienes mencionan mucho. Por otro lado, Gaggero nos da a entender claramente las repercusiones que los grandes problemas económicos del país pudieron tener en los habitantes de diferentes clases sociales.
La cinematografía fue un aspecto que me pareció limitado y algo claustrofóbico. Los lugares donde se llevaron a cabo las escenas fueron muy repetitivos; o estaban las dos en el apartamento de la Señora Beba o Dora estaba en su pueblito. Mas variación en cada escena habría sido mas cautivante, y habría mejorado los niveles de complejidad presentes en el momento de la crisis económica.
La secuencia de eventos no produce mucho suspenso, el resultado siendo que como un espectador me abure después de ver cuarenta minutos. Entre la lentitud del desarrollo, la claustrofobia de las escenas y la falta de amplitud acerca de los personajes principales, la película no me gustó.   Yo entiendo que todos estos aspectos fueron elegidos por el director para mostrarnos un ambiente opresivo y difícil. Los problemas sociales que ya existían entre ellas, se agrandan cuando la economía hace que sus diferencias de clase ya no valen tanto. El mensaje es claro, pero su tratamiento no me fue satisfactorio.

El código existe? O no?


El día en que decidí tomar mi examen, entraron al mismo tiempo un grupo de muchachos que reconocí porque todos formaban parte del mismo grupo de estudiantes en el campus. Recogí mi examen y subí las escaleras para tomarlo. Al subir, me di cuenta de que estos jóvenes, ya con sus exámenes en mano, no estaban subiendo. Pasaron tres horas, y una vez que terminé, bajé de nuevo y vi a los hombres entrar por la puerta de atrás. Ellos devolvieron sus exámenes y yo hice lo mismo. Al salir, mientras todos caminábamos en la misma dirección, yo les oí reír. Me di cuenta de que se reían de lo fácil que era recibir sus pruebas juntos, salir por la puerta de atrás, ir a un salón en la biblioteca para contestar las preguntas, y volver a entrar de la misma forma para entregar sus respuestas. Era una trampa muy fácil.
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Hace tan solo dos meses desde que terminó el período de exámenes finales de la primavera llegó a su fin. En Middlebury, tenemos la oportunidad, en algunas de nuestras clases, de escoger el día y la hora en que queramos tomar los exámenes. Durante tres o cuatro días, hay tres períodos diferentes durante los cuales nosotros los estudiantes podemos ir a un edificio específico para tomar nuestras pruebas. Al llegar, firmas un papel con tu nombre y la hora en que llegaste, y una persona le da si examen. Enseguida, subes las escaleras y entras a un salón donde se sienta para tomarlo. Cada estudiante en ese salón podría estar tomando un examen diferente, o al contrario, varios estudiantes podrían haber planeado llegar al mismo tiempo por así tomar la prueba simultáneamente.
La Universidad de Middlebury se enorgullece del código de honor. En clases, en exámenes y en la universidad en general se usan este código como parte fundamental de la institución. En cada tarea, ensayo, o examen, es necesario que los estudiantes escribamos  y firmemos una frase en la que aseguramos: “No he dado, ni recibido ayuda no autorizada en este (examen, ensayo)”.  Sería un sistema excelente si todos los estudiantes lo respetaran. Yo encuentro interesante el hecho de que hay estudiantes que pasan los cuatro años en la universidad sin nunca darse cuenta de la trampa que hacen algunas personas. Lo opuesto también es posible, y un puede encontrar se en clases en las que hay personas haciendo trampas.
Hoy en día, y particularmente en Middlebury College, los estudiantes se sienten bajo presión todo el tiempo. La cultura académica es intensa, y debido la presión hay personas que abusan del sistema, el cual normalmente no presentaría problemas si el objetivo fue el aprendizaje en vez de el esfuerzo de sacar notas perfectas. Esta mentalidad no existe en todos los departamentos del mundo académico de la universidad, solo en algunos, específicamente los departamentos de economía, ciencias políticos, y matemáticas.
Queda sobreentendido que todos los estudiantes de Middlebury fueron estudiantes muy buenos en sus propias escuelas secundarias. No habría habido otra forma de ser sido aceptado en Middlebury. Desafortunadamente, algo pasa cuando llegan y no pueden apreciar la verdadera experiencia universitaria. Muchos sacrifican el presente y se enfocan en “el futuro”, y para ellos ese futuro consiste de un solo objetivo: La nota final.   Yo jamás me habría imaginado esto antes de llegar a Middlebury.   En cierta manera y como escribí anteriormente, la manera en que la universidad implementa el código de honor le facilita a ciertos estudiantes a hacer trampa: No se sienten culpables, y sólo quieren sacar la mejor nota sin importar las consecuencias. 
A mi modo de ver, el gran problema es que la administración o no se ha dado cuenta de lo que está pasando, o han decidido no hacer cambios en el sistema. La verdad es que el código no ofrece una manera de controlar la trampa y el resultado es que los estudiantes que estudian mucho raramente son los que reciben los premios académicos, pues los que hacen trampa muchas veces sacan la mejor nota.
La cultura intensamente competitiva de Middlebury ha transformado el significado de aprender. De alguna manera los estudiantes tienen que querer aprender, envés de encontrar formas de hacer  la menor cantidad de trabajo y buscar la mejor nota. Si el código de honor cambiara, creo que esta cultura cambiaría también. 

El peor vuelo


A mí no me gusta volar. Estábamos a punto de cumplir el primer aterrizaje. Era la medianoche del 30 de diciembre y no se podía ver nada por la ventana. Hacía sólo dos días la ciudad de Boston acababa de sufrir una de las peores tormentas de nieve en treinta años. Nuestro vuelo era el único que recibió permiso para aterrizar esa noche.
Nuestro viaje de vuelta a casa había empezado dieciocho horas antes, en el aeropuerto de Vail, Colorado. Anteriormente mi familia siempre había tenido mucha suerte, y nuestros vuelos nunca se habían atrasado mucho ni habían sido cancelados. Llegamos al aeropuerto cuando faltaba una hora y media para el primero de los dos vuelos que nos llevarían a Boston.  Esa era la rutina anual. Cuando llegó la hora de subirnos al avión, American Airlines hizo un anuncio en que dijeron “El vuelo a Dallas saldrá con una hora de retraso, les rogamos disculpar la molestia”. Para nosotros la demora no era un gran problema porque el corto retraso no iba a poner en riesgo nuestro llegada a Dallas antes del segundo tramo del viaje.
La hora paso rápidamente, y todos nos entretuvimos con nuestras propias formas de tecnología. Finalmente estábamos listos para subirnos al avión. Mientras recogimos nuestras cosas para ir a ponernos en cola, hicieron otro anuncio: “El vuelo a Dallas saldrá con cuatro horas de retraso, les rogamos disculpar la molestia”. De repente nos dimos cuenta de a gravedad de la situación.  Ya habíamos pasado una noche adicional en el hotel ya que todos las aeropuertos en el noreste estaban cerrados por causa de la nieve en el día original que íbamos a ir nos. Lo único que nos faltaba era permanecer atrapados en Dallas por no poder llegar a tiempo al segundo vuelo. La solución era cambiar nuestro itinerario. 
La única manera de llegar a Boston en las próximas 24 horas consistía en partir en el dirección opuesta, a Los Ángeles, y después tomar un vuelo nocturno a Boston. Un día ya largo, se volvía larguísimo. El vuelo a Los Ángeles salió sin problemas y aterrizó a tiempo, y posteriormente nos subimos al avión con destino a Boston. Debo mencionar que a mi no me gusta mucho volar. Me da ansiedad, especialmente durante días como este en que estoy volando mucho. Ya habíamos pasado 13 horas de viaje y estábamos todos completamente agotados. Afortunadamente pude dormirme por un buen rato, y me desperté faltando sólo una hora. Desafortunadamente, esa hora fue el peor de todo el vuelo.
Las pantallas del avión indicaban que faltaba solo media hora de vuelo por llegar al aeropuerto. Pasaron 20 minutos durante los cuales hubo un poco de turbulencia, y me di cuenta de que el avión estaba dando vueltas. Nos encontrábamos a la espera de algo, pero no sabíamos qué. Mi ansiedad empezó a controlar mi cabeza. Sabía que el tiempo estaba horrible, y que ningún otro avión había aterrizado en Boston desde que la gigantesca tormenta de nieve había dejado en parálisis toda la región.  Cuando comenzamos el descenso el viento debajo de las nubes era tan fuerte que el avión temblaba sin parar. Pensaba que el avión caía del cielo y que nos  íbamos a estrellar. Mirando por la ventanilla empecé a llorar. Finalmente divisé la silueta de la pista. A medida en que nos acercamos el viento se hacía más intenso,  pero pensé que pronto acabaría la pesadilla. Todavía llorando, lo único que pensaba era que ya pronto, en sólo unos minutitos, íbamos a encontrarnos sobre tierra. Apenas estábamos listos a tocar la pista, el piloto anunció que íbamos a despegar otra vez. Se había abortado el aterrizaje.  Pensé que me iba a dar un ataque cardiaco. Como si no fuera suficiente experimentar esa horrible turbulencia una vez, tendría que volver a sufrirla por lo menos una vez mas.
Durante el segundo aterrizaje sujeté la mano de mi hermana menor con tanta fuerza de que sus dedos se pusieron morados. Cerré mis ojos, respiré profundamente varias veces, y diez minutos mas tarde – los diez minutos mas largos de mi vida – aterrizamos sanos y salvos. Todos los pasajeros en el avión le dieron un aplauso a los pilotos. Yo simplemente estaba contenta de finalmente haber llegado a Boston. 

El tráfico


Lo que más le molesta a la ciudad de Boston es el tráfico. Estar sentado esperando por horas y horas es la peor manera de empezar o terminar el día. Manejar y tener su propio carro es muy útil y trae muchos beneficios; da a la gente mucha independencia, les da flexibilidad en sus horarios, y no tienen que preocuparse de que el tren llegue a tiempo. Pero, el problema es que, aunque manejar tiene sus beneficios, causa demasiado trafico y también es muy malo para el medio ambiente. La ciudad de Boston tiene que crear mas trasportación publico, específicamente trenes, para eliminar la cantidad de tráfico.

El problema desde hace mucho tiempo ha sido que solo puedes conseguir transportación publica en algunos suburbios de Boston. Si fuera más fácil llegar a la ciudad por tren muchas personas cambiarían sus modos de trasporte.

Mi primer sugerencias será cambiar la velocidad de los trenes. Como andan muy lentamente, lleva el mismo tiempo tomar el tren como conducir y hace que las gente no tenga ningún incentivo para tomar el tren. Sin incentivo, la gente no cambia de opinión, entonces el nuevo sistema tiene que ser mejor de que lo que hay ahora.

El segundo cambio que la ciudad tiene que hacer es establecer más estaciones de tren en más pueblos alrededor de la ciudad. Las personas tienen que manejar desde lejos a la estación para después pasar una hora en tren. Aunque hay estaciones ahora, no hay suficientes en algunos lugares. Al menos cada pueblo debe tener su propia estación. Si es un pueblo grande, deben ser suficientes estaciones para que las personas no tengan que ir más de tres kilómetros de su casa para llegar a una estación.

Finalmente, los trenes tienen que estar limpios. No solo porque un olor feo no va atraer a la gente a usar el tren, sino también para prevenir la propagación de enfermedades que a veces pasa en el invierno. Con todo estos cambios, el sistema de tren va a ayudar a eliminar el tráfico en las calles. Los cambios podrán mejorar las vidas de muchas personas, y también va a controlar la emisión de gasolina que es muy mala para el medio ambiente.