Monday, August 12, 2013

El peor vuelo


A mí no me gusta volar. Estábamos a punto de cumplir el primer aterrizaje. Era la medianoche del 30 de diciembre y no se podía ver nada por la ventana. Hacía sólo dos días la ciudad de Boston acababa de sufrir una de las peores tormentas de nieve en treinta años. Nuestro vuelo era el único que recibió permiso para aterrizar esa noche.
Nuestro viaje de vuelta a casa había empezado dieciocho horas antes, en el aeropuerto de Vail, Colorado. Anteriormente mi familia siempre había tenido mucha suerte, y nuestros vuelos nunca se habían atrasado mucho ni habían sido cancelados. Llegamos al aeropuerto cuando faltaba una hora y media para el primero de los dos vuelos que nos llevarían a Boston.  Esa era la rutina anual. Cuando llegó la hora de subirnos al avión, American Airlines hizo un anuncio en que dijeron “El vuelo a Dallas saldrá con una hora de retraso, les rogamos disculpar la molestia”. Para nosotros la demora no era un gran problema porque el corto retraso no iba a poner en riesgo nuestro llegada a Dallas antes del segundo tramo del viaje.
La hora paso rápidamente, y todos nos entretuvimos con nuestras propias formas de tecnología. Finalmente estábamos listos para subirnos al avión. Mientras recogimos nuestras cosas para ir a ponernos en cola, hicieron otro anuncio: “El vuelo a Dallas saldrá con cuatro horas de retraso, les rogamos disculpar la molestia”. De repente nos dimos cuenta de a gravedad de la situación.  Ya habíamos pasado una noche adicional en el hotel ya que todos las aeropuertos en el noreste estaban cerrados por causa de la nieve en el día original que íbamos a ir nos. Lo único que nos faltaba era permanecer atrapados en Dallas por no poder llegar a tiempo al segundo vuelo. La solución era cambiar nuestro itinerario. 
La única manera de llegar a Boston en las próximas 24 horas consistía en partir en el dirección opuesta, a Los Ángeles, y después tomar un vuelo nocturno a Boston. Un día ya largo, se volvía larguísimo. El vuelo a Los Ángeles salió sin problemas y aterrizó a tiempo, y posteriormente nos subimos al avión con destino a Boston. Debo mencionar que a mi no me gusta mucho volar. Me da ansiedad, especialmente durante días como este en que estoy volando mucho. Ya habíamos pasado 13 horas de viaje y estábamos todos completamente agotados. Afortunadamente pude dormirme por un buen rato, y me desperté faltando sólo una hora. Desafortunadamente, esa hora fue el peor de todo el vuelo.
Las pantallas del avión indicaban que faltaba solo media hora de vuelo por llegar al aeropuerto. Pasaron 20 minutos durante los cuales hubo un poco de turbulencia, y me di cuenta de que el avión estaba dando vueltas. Nos encontrábamos a la espera de algo, pero no sabíamos qué. Mi ansiedad empezó a controlar mi cabeza. Sabía que el tiempo estaba horrible, y que ningún otro avión había aterrizado en Boston desde que la gigantesca tormenta de nieve había dejado en parálisis toda la región.  Cuando comenzamos el descenso el viento debajo de las nubes era tan fuerte que el avión temblaba sin parar. Pensaba que el avión caía del cielo y que nos  íbamos a estrellar. Mirando por la ventanilla empecé a llorar. Finalmente divisé la silueta de la pista. A medida en que nos acercamos el viento se hacía más intenso,  pero pensé que pronto acabaría la pesadilla. Todavía llorando, lo único que pensaba era que ya pronto, en sólo unos minutitos, íbamos a encontrarnos sobre tierra. Apenas estábamos listos a tocar la pista, el piloto anunció que íbamos a despegar otra vez. Se había abortado el aterrizaje.  Pensé que me iba a dar un ataque cardiaco. Como si no fuera suficiente experimentar esa horrible turbulencia una vez, tendría que volver a sufrirla por lo menos una vez mas.
Durante el segundo aterrizaje sujeté la mano de mi hermana menor con tanta fuerza de que sus dedos se pusieron morados. Cerré mis ojos, respiré profundamente varias veces, y diez minutos mas tarde – los diez minutos mas largos de mi vida – aterrizamos sanos y salvos. Todos los pasajeros en el avión le dieron un aplauso a los pilotos. Yo simplemente estaba contenta de finalmente haber llegado a Boston. 

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